Recostado en el diván de tu sueño,
estiro mis manos para acariciar tu deseo.
Mi sangre hierve al contacto de tu piel,
sentir esa mágica alfombra de terciopelo, olor a miel,
que se evapora en el elipsir del éxtasis
respiratorio,mi ser, mi alma, se inunda de tu fragancia,
me devora lentamente desde la cabeza a los pies.
Abrir los ojos,ávidos, hambrientos de tu presencia,
encontrar el lecho vacio, desahuciado
de tu bellza,mi amor divorciado,
por no ser correspondido,el ayer me ahoga,
el hoy me intimída,el futuro es inexistente,
siento agonía, desídia, como la soga
que acaba con la vida, del triste penitente.
jueves, 4 de marzo de 2010
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