miércoles, 24 de marzo de 2010

Sopesar (51)

El remordimiento desayuna temprano,
siempre con numerosos recursos en su mano,
acompañante infiel del infausto crupier,
primero reparte,luego piensa, para ver
en la última mano a quién entierra
en tal funesto rencor, el mal augurio encierra
en la memória intoxicada,el pensamiento dividido,
ángel o demonio,sobre el hombro aturdido.
La conciéncia ahoga su postrera decisión,
en un sinuoso mar salado, sin gusto, ni precisión,
para intentar bañar en sus aguas terminales
las primeras sonrisas acomplejadas, invernales.
Dejar pasar el tiempo sin ningún miramiento,
sin objetivo concreto, es , en si, el fallecimiento
de nuestra propia vida,enterrando en desilusión,
la única posibilidad de vencer esta continua sin razón.

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